miércoles, 18 de noviembre de 2009

Brisa

Han pasado cientos de horas, de minutos. He querido verlos sin la nebulosa de la razón. Qué fracaso tan grande si la razón es la que me ha movido en los últimos años. Aprendí a no decir, a no soñar, a no dejar expandir mis alas y sentir y vivir. Te veo en cada paso y en cada paso me repliego. Quiero que mis alas se extiendan de nuevo. Quiero volar muy alto como lo hacía en sueños. Cuando estabas en esos sueños llenos de esperanza y sentimiento. Cuando estabas y te ibas sin dar una mirada atrás. Quiero que los ojos me vean como cuando ese día tus ojos me vieron y lloraron de asombro. Nuestro asombro de estar juntos. No era un sueño y ahora que la realidad nos engulle día a día, pareciera que eran mejor los sueños. No me siento completa. Tal vez nunca lo he sido. Tal vez cuando ese líquido embriagante entra a mi sistema quiero volver a volar. Pero ahora no quiero volar sola. Tú vuelas tan alto y yo vuelvo a volar. No te sigo. Me dejo deslumbrar por la sensación de libertad otra vez entre mis dedos. Ese aire que toca mi cara y acaricia mis penas, mis alegrías, mis sueños dormidos, mis odios profundos, mis ansiedades y mis ganas de ser. Dije que no sabía. Sé y me da miedo. Sé y no quiero decirlo en voz alta por miedo a que desaparezca. Desaparece sin más. Desaparece y se me escabulle por las manos cuando apenas lo rozaba. Y en ese roce sentí la gloria de los sentimientos. No soy más que mi peor enemigo. Alejo a mis sueños y no me atrevo a volar otra vez. Seguir tu estela me causa dolor de no saberte, no sentirte más que en esporádicos momentos gloriosos. Soy aire y vendaval. Eres sol y eres luna. ¿Soy brisa que te roza pero que no permanece? Quisiera ser la tierra que toca el sol, y el mar que mueve la luna. Quisiera que giraras en la cama y abrazaras a la brisa que se mueve y que a veces es húmeda de las lágrimas que se desbordan de la brizna añorante. Quisiera que la brisa se convirtiera en polvo que se recoge en una bolsa y se lleva en un bultito junto al pecho, junto al corazón. Quisiera que la brisa dejara de tener insomnio o por lo menos cuidar tus sueños mientras el insomnio me invade. Pero la brisa se mueve y nadie la escucha. Y grita a los cuatro puntos, con la garganta desgarrada que no quiere moverse más, que quiere permanecer y su ancla no la escucha. Su ancla vive los sueños, pero no la brisa.